10 fiestones masificados a los que has de ir antes de morir (II)

CAPITULO I: LA CORRIDA DEL PALIO DE SIENA

CAPITULO II: EL CIPOTEGATO DE TARAZONA



"Antiguamente, en Tarazona había una cárcel. Una vez al año, en fiestas, se daba la oportunidad a un preso de ser libre. Se le daba un palo con una cadena que acababa en una bola, (tal como el que lleva el Cipotegato actualmente), y se le decía que si era capaz de salir del pueblo era libre. Entonces se le soltaba en medio de la plaza del ayuntamiento. Lo que él no sabia es que le esperaba todo el pueblo con piedras en las manos."




El Cipotegato es personaje central de las fiestas de Tarazona en honor de San Atilano. Se trata de una persona ataviada con una indumentaria semejante a la de un arlequín de la baraja: pantalón y chaqueta acolchados con anchas franjas horizontales en rojo, verde y amarillo, cruzadas en diagonal por cintas superpuestas, de los mismos colores, formando rombos.

Con la aparición de este personaje dan comienzo las fiestas, a las doce del mediodía del 27 de agosto. Al sonar las campanadas del reloj del Ayuntamiento, se abre la puerta principal del edificio, de donde sale el Cipotegato, que es esperado por miles de personas, jóvenes principalmente, concentradas en la plaza de España, y éstas, al grito de «Cipote, Cipote», comienzan a lanzarle tomates. Lo que comienza siendo un ataque contra el Cipotegato se transforma en una verdadera batalla campal entre los participantes, mientras el Cipotegato trata de abrirse paso entre el gentío para iniciar una carrera por la ciudad cuyo recorrido es secreto. De regreso a la plaza, es izado hasta el monumento al Cipotegato, desde donde saluda a la multitud, que lo vitorea; desde allí lo trasladan a hombros hasta la Casa Consistorial.

Durante siglos, el Cipotegato salió, por encargo del Cabildo, para ahuyentar a los chiquillos delante de las solemnes procesiones; en su recorrido, los niños le arrojaban las hortalizas que, sobrantes de los mercados, encontraban por el suelo. En el siglo XIX perdió su relación con las ceremonias religiosas y pasó a ser costeado por el Ayuntamiento y, tras la guerra civil, comenzaron a arrojarle tomates. Parece ser, por tanto, que el Cipotegato es una pervivencia de los festejos organizados y reglamentados por las autoridades eclesiásticas durante los siglos XVI y XVII, cuyas raíces se encuentran, posiblemente, en las tradiciones medievales de tipo popular.






1 comentario:

Anónimo dijo...

yo quiero ser cipotegato algun dia