El día que conquisté el mundo

I concurso literario acb.com

Incomprensiblemente, no he ganado con este texto:

Corría el año 2005. Ramón García hacia esfuerzos por no felicitarnos el nuevo año y recibir una sonora rima en su honor. Nadie lo sabia, ni siquiera yo: pero en dos meses iba a conquistar el mundo.
El origen de la historia se remonta a octubre del año anterior, sentado en la cafetería de la universidad de Zaragoza. El delegado de deportes se sienta junto a nosotros y nos invita a apuntarnos al equipo de baloncesto de la facultad, en formación y carente de pivots dominantes. Los que saben jugar a baloncesto aceptan: yo también.
En el primer partido comienzo a adaptarme a mi posición, generalmente recostada sobre el banquillo, y a ratos apoyando los codos sobre las rodillas. Mostrando un buen juego de manos barajo los DNI de los compañeros y les muestro lo feos que son al resto de compadres banquilleros. Mis minutos en pista consisten en correr detrás del base contrario y saltar a todos los rebotes, cogiendo algunos que deberían ser de rivales más altos. Gracias a dios, mi 1´78 me da la polivalencia necesaria para poder jugar mal en todas las posiciones. En ataque juego más bien de estorbo y a buscar el rebote: los bloqueos me dan miedo. Eso si, ante situaciones en que me flotan descaradamente tiro con acierto tocando aro en la mayoría de las ocasiones, e incluso flotándome recibo algún tapón debido a mi técnica a lo Shaw Marion tirando desde el estomago.
La temporada regular acaba con nuestro equipo en segunda posición y una estadística en la que destaca el promedio de balones recuperados-perdidos: si no tienes el balón no lo puedes perder, y del rival alguno te cae en las manos. Del resto nada destacable, salvo un triple en el último partido. Incomprensiblemente no recibo el trofeo a la mayor progresión por este hecho.
Pues bien, sin más dilación voy a explicar como por un instante me sentí el rey de los mortales en una cancha de baloncesto: corría el minuto 39 de partido. Era la final del campeonato después de superar dos fases de play off sin excesivos problemas. Play off a un partido, tal y como exigían las televisiones. A esa altura del encuentro debía de acumular unos dos minutos en pista, pero la situación estaba aun mas jodida ahí fuera: cuarta falta de nuestro base, banda para el otro equipo y sólo vamos uno arriba. Hay que defender y ahí estoy yo “si haces falta no le dejes tirar” me dicen “por encima de mi cadáver” afirmo
Sacan de banda, sigo al base que enseguida recibe. Esta a ocho metros o un poco menos, frente a canasta. Le dejo espacio para que no me joda con una penetración, si tiene huevos que tire. Y el hijodeputa tira… y falla. Rebote largo a mis manos y el camino recto a la canasta esta libre así que busco solucionar el partido. Para evitar hacer pasos la boto como un niño, y aunque no me la dejo atrás me están cazando. Cuando están demasiado cerca la cojo con dos manos ¡hay que entrar a canasta! Tengo dos pasos, y con el primero piso la línea de 6´25. Doy el segundo, y como gracias a la santa trinidad no tengo a nadie delante puedo tirar con mi técnica favorita: semigancho con la derecha a la altura del hombro sin mirar a canasta. Tras tablerazo, el balón entra.
Me giro gritando y saltando con los brazos en el aire, esperando el abrazo de unos compañeros que en lugar de felicitarme corren a defender. El balón cruza el centro del campo, yo corro como un poseso y su Ivanovic particular, además de no pedir tiempo muerto me llama “flipao”. Llego hasta el base, le hago falta sin querer pero no la pitan. Necesitan un triple pero estoy seguro que el mío no tira. La pasa al alero y ya se que el problema es de otro, el muy cerdo tira en plan Basile sin darme tiempo a que me acerque al rebote. El tiro va fuera directamente. Vuelvo al banquillo y todos me felicitan. Después de un porrón de faltas acabamos ganando un titulo.
Ese día me senti el mejor del mundo, y conseguí dos créditos de libre elección

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