el niño lluvia

Érase una vez, hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo de una provincia olvidada, nació un niño al que siempre acompañaba la lluvia. Desde el dia de su nacimiento no habia cesado de llover en su comarca, que, aunque habitualmente húmeda, no estaba acostumbrada a la lluvia constante. Tampoco estaban acostumbrados sus habitantes al incesante goteo, a veces ligero y a veces agresivo, pero que comenzaba a desesperar al más optimista de los vecinos. Al principio, nadie relacionó el nacimiento del joven Jakín con las precipitaciones, la mayor parte de los habitantes de la zona lo achacaron a un enfado de los dioses, y aunque no estaban de acuerdo en las causas, lo cierto es que varias protitutas tuvieron que marcharse de la comarca por falta de trabajo. Esta claro que una lluvia apocaliptica siempre hace brotar y reverdecer la moral olvidada.
Despues de tres semanas sin ver el sol ni la luna, y en las que nunca dejó de llover ni por un segundo, los habitantes del poblado tuvieron que tomar una decisión: abandonar la villa o seguir el consejo de Moué, el hechicero, que relataba constantemente como en el pasado, en ese mismo pueblo, se habian auyentado unas lluvias similares vertiendo la sangre de una joven doncella en un cuenco, del que beberian todos los hombres casados del pueblo.
Lamentablemente para Moué, que todo lo arreglaba con sangre de doncella virgen (tan escasa por cierto) la confianza del pueblo en él habia descendido desde que comenzó a asegurar, año tras año, que ese era el último, que el fin del mundo estaba proximo y que habia que sacrificar a todas las doncellas virgenes y verter su sangre en un cuenco del que deberian beber los hombres casados.
Como podia esperarse, el descrédito de Moué aumentó aun más, convirtiendose en el hazmerreir de la comarca. En uno de sus habituales dias de furia, el hechicero mató a su vecino Jancy, que ni era virgen ni era doncella pero que le tenia frito a base de chistes sobre hechiceros, algunos de ellos, muy crueles.
Como realmente la "Opción Moué" nunca fue barajada por la intendencia de la aldea, se decidió abandonar el pueblo y sus casas a su suerte. Hacer el equipaje y no volver. La marcha era dolorosa para todos los vecinos, especialmente para los más ancianos que tenian las raices más profundas. Decidieron también, que una bella forma de abandonar el poblado era quemar sus casas y todo lo que quedaba en pie, para poder recordar su antiguo pueblo eternamente y, borrar la imagen de este nuevo pueblo maldito y encharcado. Al dia siguiente del comienzo del éxodo, cuando las llamas, más fuertes que la lluvia, habian consumido hasta la última caseta de perro y no quedaba nadie en la aldea para verlo , dejó de llover.

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