La Tenia

Hay cosas que los padres te cuentan de crío que te acojonan para toda la infancia. Yo ni le temía al Coco ni al hombre del saco. Albergaba un temor irracional a que una Tenia se introdujese como larva en mi cuerpo y creciese en mi interior, aumentándose de lo que debía de nutrirme a mi. Aun así, y si os parece poco tétrico tener un parásito creciendo en tu interior lo peor era el método para extraerlo: si en un principio no funcionaba una pastilla que te tomabas, tenías que encerrarte en un cuarto oscuro, sin comer ni beber durante tres o cuatro días hasta que la Tenia, tan muerta de hambre como tú, trepase desesperada por la garganta hasta asomarse por tu boca, momento en el que debías agarrarla por la cabeza y estirar de ella, sacarla por completo y tirarla al suelo.

Esta vez no pondré foto. Y cocinad bien el pescado.

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