consejos del ignorante

Cuando repican las campanas y alguien pregunta que es lo que define a los españoles el eco de los tópicos retorna con fuerza: pero a todos no nos gusta la paella; hay a quienes la siesta les da dolor de cabeza, quienes no han oído una copla en su vida, no saben bailar un pasodoble y están en contra de los toros. No todos los españoles son bajitos, ni mucho menos morenos; de hecho tan variopintos y heterogéneos son los españoles, que muchos ni siquiera hablan español. Sin embargo, se me antoja que hay una costumbre, una manía que esta en todos nosotros, y que hace que salten chispas y exabruptos de nuestra boca. Y es que a nadie, absolutamente a nadie, le gusta que alguien ajeno a su profesión, un ignorante de su labor le diga como tiene que hacer su trabajo o le proponga de forma condescendiente. Si hay algo que enciende a la gente y provoca el desprecio inmediato sin duda son los consejos de un listillo, aunque tenga razón.
Por eso me sorprende el éxito, que entre cierta población de este país tienen las doctrinas de los sacerdotes, de la “conferencia episcopal”, que dice saber que es lo mejor para las familias justo cuando ellos tienen prohibido, por su condición, formar una.

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