Historia triste del hombre envidiado

En un par de años había tocado el cielo y bajado a los infiernos un par de veces. Cada disco, cada gira se convertían en un ejercicio de autodestrucción, navegando entre una jauría de judas sanguijuelas y de comebolsitas cada vez más delgadas.

Los números uno cada vez le recordaban más al juego de tocar marro, y el efecto del éxito, de tan efervescente, se le escapaba de las manos, como el resto de su vida.

En el horizonte, tres opciones: cadáver bonito, retirada a tiempo o autómata del arte, como otros tantos.

Y era, sin embargo, envidiado por los demás, por el resto de los hijos de su tiempo.

No hay comentarios: