Ahora que esta de moda la hipocresía de la autoestima y del bien común, aparecen programas en que la gente transforma su cuerpo y la gente los reprende, argumentando que se alimentan de los complejos de la gente, de los débiles mentales que no comprenden que el aspecto físico no es tan importante y que no significa que sea sinónimo de éxito en la vida.
La gente, ese colectivo fuerte y dinámico, critico con lo injusto, esconde a individuos frágiles, que si tuviesen oportunidad, se cambiarían no ya sólo el cuerpo, sino como entidad, molécula tras molécula por cualquiera de esas personas exitosas que envidian, triunfantes normalmente en algo que ni siquiera entienden, que sólo vislumbran desde lo remoto: "actor", "cantante"... labores en las que los más famosos no son, ni de potra, los mejores.
Por eso, lo mejor, es pasar de todo: envidiar a los guapos y a los famosos por lo que son, pero recordar que ellos, siempre dudaran de que si sus allegados, les aprecian por lo que son o por lo que aparentan, causándonos a la masa, un extraño regocijo.
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