La Batalla de las Termópilas fue un importante escenario del conflicto entre las poleis griegas, con Esparta y Atenas a la cabeza, contra el Imperio Persa en el 480 adC.
Jerjes I, emperador persa, se propuso conquistar Grecia y comenzó con muy buen pie. Atenas quería detener la invasión como fuese y consiguió convencer a Leónidas I, rey de Esparta, para que participase.
La batalla más importante se celebró en un lugar llamado valle de las Termópilas. Allí esperó a los persas un ejército compuesto por 300 hoplitas espartanos (a los que hay que sumar otros 600 ilotas, pues cada espartano llevaba dos siervos a su servicio), 500 de Tegea, otros 500 de Mantinea, 120 de Orcómeno y 1.000 hoplitas del resto de Arcadia: 400 de Corinto, 200 de Fliunte, 80 de Micenas, 700 tespios y 400 tebanos, además de 1.000 focenses y todos los locros.
Según las fuentes clásicas griegas, los soldados persas conformaban un ejército que oscilaba entre los 250.000 y el millón de efectivos. Sin embargo, la formación compacta e impenetrable de la falange griega era óptima para retener a la horda persa en un paso tan estrecho y en apariencia infranqueable.
Leónidas fue advertido sobre el gran número de arqueros que poseía Jerjes. Herodoto de Halicarnaso indica que se le dijo a Leonidas que «sus flechas cubrían el sol» y «volvían noche el día». Dienekes, soldado espartano, consideraba el arco como un arma poco honorable, ya que evadía el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Fue entonces cuando pronunció su famosa frase: «Tanto mejor, lucharemos a la sombra».
Se dice que Jerjes, al toparse con los soldados griegos, supuso que éstos se marcharían al ver la magnitud de su ejército. Pasaron cuatro días y Jerjes, impaciente, envió un emisario exigiendo a los griegos que entregasen sus armas inmediatamente para no ser aniquilados. Leónidas respondió: «Ven a buscarlas tú mismo» (Μολων λαβε). Así dio comienzo la batalla.
En un principio el rey lacedemonio no pensaba que pudiera perder la batalla. Lo angosto del desfiladero anulaba la superioridad numérica persa, su mayor protección les permitiría aguantar los envites persas y el mayor tamaño de sus lanzas podría darles suficiente ventaja en una lucha cuerpo a cuerpo; así había sucedido en la pequeña confrontación de la Batalla de Maratón
Fila tras fila los persas se estrellaron contra las lanzas y escudos espartanos sin que éstos cedieran un centímetro. De esta forma, a pesar de la grave desventaja numérica, Leónidas y sus hombres se opusieron a las oleadas de soldados enemigos con un número mínimo de bajas, mientras que las pérdidas de Jerjes —aunque minúsculas en proporción a sus fuerzas— supusieron un duro golpe para la moral de sus tropas. Durante las noches, Leónidas solía decirles a sus hombres: «Jerjes tiene muchos hombres, pero ningún soldado». Según expertos como Fernando Quesada Sanz la realidad era otra, pues mientras que los mandos persas eran profesionales, los griegos recurrían a las armas únicamente cuando era necesario, exceptuando a los espartabis.
Frustrado e impaciente, Jerjes envió al frente a sus diez mil Inmortales, su fuerza de élite, llamados así porque cada vez que un Inmortal caía, otro corría a reemplazarlo. Sin embargo, los resultados fueron los mismos. Los persas morían a cientos, la moral del ejército decaía y los griegos no mostraban signos de cansancio. La batalla continuó de esta forma durante tres días. Fue entonces cuando Jerjes, abatido, recibió la ayuda que necesitaba.
Un griego llamado Efialtes (que significa «pesadilla») ofreció mostrarle a Jerjes un paso alternativo que rodeaba el lugar donde estaba Leónidas para acabar con su resistencia de una vez por todas. Sin dudarlo, Jerjes envió un importante número de sus fuerzas por ese paso. Este paso se encontraba defendido por los focenses, pero al verse sorprendidos durante la noche por los persas, huyeron al primer contacto, sellando de esta manera la suerte de los defensores de las Termópilas. Algunos historiadores apuntan que los griegos tenían la alternativa de retirarse y luchar en otro lugar, pero, quizá por empecinamiento, decidieron sacrificarse.
El desfiladero de las Termópilas, pequeño paso que limitaba en un extremo con el Golfo Malíaco y en otro con los montes Oeta y Calídromo. Comunicaba Locria con Tesalia.Cuando Leónidas detectó la maniobra del enemigo y se dio cuenta de que le atacarían por dos frentes, reunió un consejo de guerra, donde ofreció a los griegos dos opciones: podían irse por mar a Atenas o permanecer en las Termópilas hasta el final. Quedaron él, los lacedemonios y algunos tebanos. Mientras el resto de la fuerza que había decidido irse se retiraba hacia Atenas, los 300 soldados de la guardia de Leónidas, los tespieos y los de Tebas se quedaron a presentar batalla hasta el final, la suerte estaba echada. Al despuntar el alba del cuarto día, Leónidas dijo a sus hombres: «Tomad un buen desayuno, puesto que hoy no habrá cena». Fue tal el ímpetu con el que los espartanos lucharon que Jerjes decidió abatirlos de lejos con sus arqueros para no seguir perdiendo hombres. Leónidas fue alcanzado por una flecha y los últimos espartanos murieron intentando recuperar su cuerpo para que no cayera en manos enemigas.
La batalla duró cinco días y los persas consiguieron derrotar a los temidos espartanos, pero éstos ya habían retrasado notablemente el avance persa, diezmado la moral de su ejército y matado a miles de soldados.
Se cree que ningún griego logró sobrevivir; pero la cultura popular se ha centrado más en el esfuerzo lacedemonio (un 5% de sus fuerzas) que en el de los 700 hoplitas de Tespias, ciudad que perdió en la batalla la casi totalidad de sus hombres y, por tanto, quedó indefensa y fue incendiada por los persas. Al año siguiente las mujeres y niños supervivientes tuvieron que dar la ciudadanía a extranjeros para poder subsistir; además esta ciudad-estado no tenía intrínseca la cultura belicista de los espartanos, por la cual las madres les entregaban el escudo hoplos con la frase 2Vuelve con él o sobre él".
Según algunos historiadores solo sobrevivieron dos soldados espartanos de los que habían quedado en Las Termopilas, Alejandro y Antigono de Esparta. Por lo que se sabe estos dos hombres vieron la muerte de su rey y tras la lluvia de flechas se escondieron bajo sus escudo para aparentar que estaban muertos.
Actualmente, se ha convertido en un icono de la cultura occidental: El sacrificio de los espartanos tuvo amplias repercusiones en la Grecia de la Antigüedad. Tal fue su fama que hasta el día de hoy es considerado como uno de los ejemplos máximos de sacrificio ante una tarea imposible, en la cual unos pocos valientes se opusieron a la maquinaria de guerra más poderosa conocida y dieron sus vidas luchando por su tierra, su honor y su libertad. Es una de las batallas más memorables, decisivas y célebres que presenció el mundo, comparándosela tal vez con los Campos Cataláunicos, el sitio de Numancia, Cannas, Kadesh o el Desembarco de Normandía.
La hazaña fue recordada en una lápida conmemorativa escrita por el poeta Simónides, que decía así:
Ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε
κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι
"Oh, extranjero, informa a Esparta, si pasas por allí, que aquí hemos caído
defendiendo su ley"
En la Segunda Guerra Mundial la propaganda nazi, a través de la revista Signal, comparó la Batalla de Stalingrado con lo sucedido en las Termópilas, un intento heroico de los occidentales por detener a las hordas bárbaras. También los nazis llamaron «escuadrilla Leónidas» a los pilotos suicidas que se lanzaban contra los puentes para detener el avance soviético en 1945.
Así mismo, en varias ocasiones se ha dicho que si la cultura occidental es como es fue gracias al sacrificio de los griegos. Existe la opinión de que, de no haberse producido éste, Europa hubiera sido mayoritariamente musulmana. Sin embargo esta opinión no tiene en cuenta los varios siglos que separan a la época de los persas del Islam.
Pronto les veremos en los 300 de Frank Miller, el trailer: impresionante