el dia que perseguí a un buitre



En la cadena trófica, los buitres ocupan uno de los lugares más desagradables: carroñero, comerse a los muertos, oler su putrefacción desde la distancia y romperle el vientre para comerse las tripas, lo más jugoso.


Ahora la cosa les va mal; otra de esas leyes estupidas y tremendistas que germinan cada dia indica que los deshechos de las granjas deben de ser calcinados, en pos de acabar con el sindrome (fantasma) de las vacas locas, y acabando con una relación que mantienen los ganaderos de los pueblos y estas aves durante decadas.


El dia que perseguí a un buitre paso a tres metros de mi cabeza, con su pesado aleteo, buscando, supongo, algo de muerte por los huertos.