mirando la foto de aquella piedra, centro y a la vez causa, de ese efímero charco de agua salada en la orilla de la playa de Noja, pensó en los momentos de felicidad de una isla desierta.
no pensó en ser un robinson, sino en SER una isla desierta,
ególatra y autocontemplativa,
eterna y en constante mutación,
y sobre todo,
sola,
abandonada y ajena a un mundo egolatra y autocontemplativo,
eterno y en constante destrucción