vidas teledirigidas

Cambiar de vida con treinta años no es facil, sobre todo si el cambio es a peor. La frustración es máxima cuando ves que además de perder con el cambio, estas haciendo justo lo que siempre habias rechazado: ser uno más, trabajar todo el año e ir a la playa en agosto, lavar el coche el fin de semana, quedar con los amigos los miercoles para ver el partido y tal vez, comprarse una mascota.
El sentimiento es extraño, piensas que en realidad ya has vivido tu vida, ya has aprovechado tus buenos años y sólo queda esperar, recordar los buenos momentos y asentarse de una vez en una ciudad mientras crias a un par de hijos de los que no sabes ni si te pagarán el asilo cuando te llegue el turno, ni si harán algo en su vida de lo que puedas sentirte orgulloso. A veces, sin haber muerto todavia, me gustaría volver a nacer.