junio, julio, septiembre y diciembre

Los martillazos en el piso de arriba no me dejan estudiar, salgo a la calle y la mueca de mi cara, que refleja el desagrado con el que recibo la potente luz solar, no encuentra reflejo hasta que llego a la facultad, donde me cruzo con nuevos humanoides como yo, con barba de semana, los ojos rojos y una incapacidad para mantenerse de pie impropia de unos supuestos deportistas como nosotros. Subo dos pisos hasta el tablón de examenes por quinta vez esta semana. Parece que ese cabrón se ha decidido a poner las notas. Cruzo los dedos pero no hay suerte, he aprobado. No me derrumbo pero tengo sentarme en el suelo, a nadie le sorprende. Lo pienso mejor, es una menos, pero ahora estoy obligado a aprobar el último examen, no puedo dejarlo, sólo uno para acabar. Vuelvo a casa, me quedan tres dias. Los martillazos en el piso de arriba no me dejan estudiar.